Una de las tecnologías que más recorrido tienen para los próximos años es el Internet de los Objetos. Ya han surgido varias iniciativas que se sirven de los avances en esta materia, como el coche de Google, pero aún queda mucho por desarrollar. Está por ver cómo será la evolución en un futuro a medio plazo.
Viajemos al futuro y pensemos que nos encontramos andando allá por el año 2050. No es complicado pensar que para esa fecha Internet de los Objetos se habrá convertido en una realidad: una Internet más amplia y profunda que la Web 2.0, a escala planetaria, que permitirá que tanto los seres humanos como sus “máquinas” formen parte activa de las redes sociales.
El Internet de los Objetos es la idea de una red de datos obtenidos mediante elementos tales como dispositivos y sensores del mundo real. Cuando esa información está íntimamente vinculada a nuestras vidas reales, fuera de la red, resulta algo muy interesante, puesto que surge todo un mundo nuevo de oportunidades con mejores decisiones, servicios innovadores y (desgraciadamente) vigilancia social. Se trata de una Web plagada de implicaciones que hay que tener en cuenta, pero vayamos al pasado.
Esta nueva oleada de Internet vinculado a los objetos no se refiere simplemente al futuro. Con su entrada en los hogares acelerando la reinvención sistemática de objetos de nuestro día a día, invita a pensar que tiene sus raíces en el pasado como si de un nuevo Renacimiento se tratara y del que nosotros mismos seremos los protagonistas, una nueva revolución tal y como produjo el descubrimiento del plástico o la reorganización industrial.
La proyección de Internet de los Objetos
En este contexto, ¿por qué y cómo debemos inventar ahora? ¿Cómo afecta Internet de los Objetos a los procesos de generación de las ideas, el diseño y la invención de nuevos objetos? A partir de ahora, cada objeto debería ser capaz de contar su propia historia: su pasado (de qué está hecho, cómo se ha producido y para qué sirve), su futuro (qué características lo hacen diferente, cómo desmontarlo, cómo repararlo, cómo reciclarlo) y, por supuesto, su presente, puesto que será o deberá ser, asimismo, “consciente” de su propia existencia, de su lugar de ubicación, su huso horario… Es decir, todos los objetos podrán conectarse de forma activa y “vivir” como seres humanos como parte de nuestra red social y digital.
Cuando pensamos en el Internet de los objetos, pensamos en miles de millones de cosas transmitiendo información a tiempo real -o bajo demanda- que ordenadores puedan utilizar para facilitarnos la vida. Esto exige estandarización tanto en la emisión como en la recolección de datos, para que éstos puedan tratarse de manera adecuada. Y si pedir estandarización es demasiado, por lo menos se precisa una estructuración adecuada de la información para hacer los sistemas escalables no sólo en tamaño, sino en tecnología. Algo que aumentaría las oportunidades de fabricantes, tanto de hardware como de software, para implementar Internet de los Objetos en sus creaciones.
Pero, si bien la tecnología sigue siendo un pilar fundamental de esta nueva oleada de la propia evolución de Internet, más que nunca será necesario un cambio estratégico en las empresas para generar equipos multidisciplinares conformados por ingenieros y diseñadores retomando la labor histórica de los artesanos del medievo para crear juntos, como si de nuevos Leonardos se tratara, los productos del futuro: sensibles y sociales. De nuevo en 2050 y con estos objetos en el mercado a disposición de los consumidores, ¿hablaremos de productos Made in Spain o serán ellos mismos los que decidan?.
(readwriteweb.es)
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